viernes, 4 de marzo de 2011

Prometiste ser bueno

Vulnerable, así me encontraba; alguien tuvo la desfachatez de estrujarme el corazón. Pensé que nunca más me volvería a ilusionar, pero llegaste tú.
     Pesimista y conformista eres, que contradicción; mientras yo soy todo lo contrario, pero no me importa, me agrada. ¿Por qué desearía cambiarte, si tú me has enseñado a vivir de una forma diferente?
     Cuando estoy en el borde del abismo, me enseñas a disfrutarlo. Eres mi fatalismo y mi ventura al mismo tiempo. Me haces ver la vida de una manera única y bizarra.
     Me encanta que leas y que sepas mucho; me fascina tu filosofía y que me cuentes tus traumas existenciales; viviré con ellos, porque gracias a tus traumatismos tengo una amplia cosmovisión. Me conquistan tus ojos que demuestran que tu interior desangra, tu risa rara y mesurada, y la increíble genialidad que posees. Pero odio tu personalidad, tu romanticismo sin querer, y odio más que alimentes mi egocentrismo. Todo se basa en una perfecta y excitante contradicción.
     Quisiera verte todos los días y contar aviones, ver manchas en la madera de tu departamento, y películas; besarte hasta que se deterioren nuestros labios y decirte que eres un “no poeta” mientras nos abrazamos. Pero a la vez no quiero mirarte, por el simple hecho de que me haces mal y porque no deseo que nuestros encuentros se vuelvan rutinas. ¿Por qué no eres más espontaneo? ¿Por qué sólo nos reunimos en tu casa? ¿Tienes miedo de salir a contemplar las bellezas del mundo? Deleitémonos con el cataclismo y con la serenidad en cada rincón del planeta, y construyamos nuestra historia.
     Una vez me dijiste que no eras un héroe, pero que me salvarías de la destrucción de los seres humanos; “soy tu fatalidad, pero también tu salida de emergencia”, tus exactas palabras. Prometiste ser bueno. Cúmplelo y sálvame; no dejes que mi alma se carcoma. No te conviertas en el villano de esta historia.